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lunes, 17 de marzo de 2014

LA PALABRA (D.K. "EL TIBETANO")



LA PALABRA (D.K.)



Uno de los más grandes instrumentos para el desarrollo práctico, y que está al alcance de todos, es la PALABRA. Quien cuida sus palabras y sólo habla con fines altruistas, con el objeto de difundir la energía del amor por medio del lenguaje, domina rápidamente los pasos iniciales y se prepara para la iniciación. La palabra es la manifestación más esotérica que existe, el medio de la creación y el vehículo para la fuerza. En la parquedad de las palabras, entendiéndolo esotéricamente, está la conservación de la fuerza. En la utilización de las palabras, bien elegidas y habladas, radica la distribución de la fuerza del amor del sistema solar, esa fuerza que conserva, fortalece y estimula. Sólo a quien conozca parcialmente estos dos aspectos de la palabra, se le podrá confiar su permanencia ante el Iniciador, y extraerá de esa presencia ciertos sonidos y secretos, que le son impartidos bajo la promesa de guardar silencio.

El discípulo debe aprender a permanecer silencioso ante el mal, a callar ante los sufrimientos del mundo, sin perder tiempo en quejas inútiles y en demostraciones de dolor, sino tratar de aligerar la carga del mundo, y trabajar sin perder energías en palabras. Sin embargo, debe hablar cuando es necesario el estímulo; emplear la palabra con fines constructivos; expresar la fuerza del amor del mundo, a medida que fluye a través de él, a fin de aliviar o aligerar la carga, recordando que, a medida que la raza progresa, el elemento amor y su expresión entre los sexos, se trasladarán a un plano superior. Entonces, por medio de la palabra hablada, no por la expresión en el plano físico, como sucede hoy, se llegará a comprender el verdadero amor que une a quienes son uno solo en el servicio y en la aspiración. Entonces el amor entre los individuos de la familia humana utilizará la palabra para la creación en todos los planos, y la energía que ahora se manifiesta en la mayoría, a través de los centros inferiores o genitales, se trasladará al centro laríngeo. Este es todavía un lejano ideal, pero algunos ya pueden vislumbrarlo y procuran, mediante el servicio mancomunado, la colaboración amorosa, la unicidad en aspiración, pensamiento y esfuerzo, dar forma y configuración a este ideal, aunque inadecuadamente. 

El discípulo que desea pasar los Portales de la Iniciación, no lo conse¬guirá hasta conocer el poder del lenguaje y del silencio.

Cuando el hombre comprenda la significación de la palabra hablada y utilice el silencio de los altos lugares, para producir determinados efectos en algún plano, podrá ser admitido en los reinos donde cada sonido y cada palabra pronunciada generan potentes resultados en algún tipo de materia. 

El significado oculto del habla. Cuanto más progrese en el sendero de acercamiento a los misterios, mayor cuidado ha de tener el aspirante. Esto es necesario por tres razones:
Primero, debido a su etapa de evolución puede impartir tal fuerza a sus palabras que le sorprendería si pudiera verlas en el plano mental. Construye con más exactitud que el hombre común, en consecuencia su forma mental tiene mayor vitalidad y desempeña con mayor precisión la función para la cual ha sido enviada, mediante el "Sonido" o el habla.

Segundo, cualquier palabra hablada y en consecuencia cualquier forma mental construída (excepto en el sendero superior, y que no esté fundada en impulsos personales) puede erigir una barrera de materia mental entre el hombre y su objetivo. Esta materia o muralla de separación debe ser eliminada antes de poder efectuarse un nuevo avance; dicho proceso es kármico e inevitable.

Tercero, la palabra constituye en gran parte un sistema de comunicación en los niveles físicos; en los niveles más sutiles donde se encuentra el trabajador y en las comunicaciones con sus compañeros de trabajo y colaboradores elegidos desempeñará una parte cada vez menor. La percepción intuitiva y la interacción telepática caracterizarán el intercambio entre aspirantes y discípulos.

Cuando un hombre comprende el significado del lenguaje, aprende cómo hablar, cuándo hablar, qué logra con hablar y qué sucede cuando habla, entonces está muy cerca de su objetivo. 

Todo buen orador realiza un trabajo muy esotérico. Un buen conferenciante (por ejemplo) es el que hace un trabajo análogo, en pequeña escala, al realizado por el Logos solar. ¿Qué hizo el Logos? Pensó, construyó, vitalizó. Un orador, por lo tanto, selecciona el material con el que va a estructurar su oratoria y lo vitalizará. Reúne de toda la materia mental del mundo la sustancia que trata de emplear individualmente. Luego hace lo mismo que el segundo Logos, le da forma inteligentemente. Construye la forma y, cuando ya lo ha hecho, termina desempeñando la parte de la primera Persona de la Trinidad, introduciendo su Espíritu, vitalidad y fuerza en ella, para que sea una vibrante y viviente manifestación. 

En el plano físico se nos conoce por lo que hablamos, por nuestra parquedad, por las cosas que decimos y por las que no decimos, y se nos juzga por la calidad de nuestra conversación. Juzgamos a las personas por lo que dicen, porque sus palabras revelan el tipo de material mental con que operan y la cualidad de energía o vida que hay detrás de sus palabras. 

Un pensamiento es evocado y concretado por medio de la palabra, extraído de lo abstracto y de un estado nebuloso, y materializado en el plano físico, produciéndose así (si pudieran verlo) algo muy definido en los niveles etéricos.

Las palabras constituyen una de las llaves que abren las puertas de comunicación entre los hombres y los seres más sutiles.

Pero sólo quien ha aprendido a guardar silencio y conoce el momento propicio en que debe hablar, puede atravesar el velo y establecer ciertos contactos esotéricos. En La Doctrina Secreta se dice: la magia consiste en dirigirse a los Dioses en Su propio lenguaje, por lo tanto, el lenguaje del hombre común no puede llegar hasta ellos.

Por consiguiente, quienes tratan de aprender el lenguaje oculto, quienes anhelan conocer las palabras que penetrarán los oídos de aquellos que se hallan en el más allá, y quienes tratan de aplicar las fórmulas y frases que les dará poder sobre los Constructores, deben olvidar el modo con que empleaban las palabras y abstenerse de hablar por el método ordinario. Entonces el nuevo lenguaje será suyo y las nuevas expresiones, palabras, mántram y fórmulas serán puestas bajo su custodia. 

El propósito del lenguaje es revestir el pensamiento y ponerlo a disposición de los demás. Cuando hablamos, evocamos un pensamiento y le damos vida, haciendo audible lo que está oculto dentro de nosotros. El lenguaje revela, y el correcto lenguaje puede crear una forma que encierre un propósito benéfico, así como el lenguaje incorrecto puede crear una forma que tenga un objetivo maligno. 

El principal problema mundial de gobierno constituye en último análisis la aplicación inteligente de las ideas. Aquí es donde se hace sentir el poder de la palabra, así como en la religión o la educación, se hace sentir el poder de la palabra escrita o impresa. En el campo de la política los oradores influyen a las masas, y nunca lo han hecho en tal medida como ahora, por medio de la radio. Se repiten incesantemente al público teorías respecto a las dictaduras, comunismo, nazismo, fascismo, marxismo, nacionalismo e ideales democráticos. Se presentan sistemas de gobierno de algún grupo de pensadores, sin darles tiempo a reflexionar o pensar con claridad. Se difunden las antipatías raciales y se expresan las preferencias e ilusiones personales, engañando a los irreflexivos. Siempre tendrán seguidores, el hombre que posee el don de la palabra y una oratoria elocuente y puede expresar con vehemencia las quejas del pueblo, el malabarista de las estadísticas, el fanático que ofrece infalible cura a los males sociales y el hombre que siente placer en avivar los odios raciales. Tales personas pueden fácilmente romper el equilibrio de la comunidad y conducir, al éxito y al poder transitorio, o a la deshonra y al olvido, a un grupo de adherentes irreflexivos. 

Que cada uno obtenga el control de la palabra, que ha sido a menudo su meta, pero raras veces lo lograron, y recuerden que el factor más poderoso para controlar la palabra es un corazón amoroso. La charla desordenada y desbocada, una conversación plena de odio, una insinuación cruel, una sospecha, la atribución de móviles erróneos y malintencionados a personas y pueblos y la diversidad de actitudes que separaron a las numerosas naciones del mundo, abundan en la actualidad y llevaron a la actual situación angustiosa. Es muy fácil adoptar las mismas costumbres de hablar y pensar que prevalecen a nuestro alrededor y participar de las habladurías y demostraciones de odio. Cuídense esforzadamente de esto y no digan nada que pueda encender el odio y la suspicacia respecto a cualquier raza, persona, grupo o líder de grupos y naciones. Deberán precaverse cuidadosamente para, aun en defensa de lo que personal o nacionalmente puedan aprobar, no dejarse llevar por el odio y quebrantar la ley del amor, única ley que puede salvar verdaderamente al mundo. Quizás la clave para el éxito en esta línea sea el silencio de un corazón amoroso. 

Otro factor decisivo en lo que a mí respecta, es poner a prueba la capacidad de ustedes para guardar silencio, hasta que sea necesario. El silencio es uno de los principales requisitos para la iniciación, algo que todo discípulo tiene forzosamente que aprender. 

Procure saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio, recordando que al eliminar la posesividad y toda referencia de sí mismo reducirá la conversación a sus esenciales puntos espirituales. 

LIMITACIÓN DE LAS PALABRAS

En el próximo siglo, cuando el equipo del hombre esté mejor desarro¬llado y se conozca un significado más verdadero de la actividad grupal, será posible impartir mayor información, pero aún no ha llegado el momento. Todo lo que me queda por hacer es revestir la idea, de alguna manera, con palabras apropiadas. Si éstas revisten la idea y la limitan, entonces seré culpable de crear nuevos prisioneros que finalmente tendrán que ser libera¬dos. Todos los libros son prisiones de ideas, y sólo cuando el lenguaje y la escritura sean reemplazados por la comunicación telepática, el intercambio intuitivo, el plan y su técnica de expresión podrán ser captados con mayor claridad. Ahora hablo simbólicamente; manipulo palabras a fin de crear ciertas impresiones; construyo una forma mental que, cuando sea suficiente¬mente dinámica, impresionará el cerebro del agente trasmisor, como lo es el lector. Pero a medida que lo hago, sé perfectamente lo que no debo decir y que pocas veces es posible puntualizar una cosmología, macrocósmica o microcósmica, que sólo imparte un idea imperfecta de la realidad divina. 

Pero ¿cómo podrá ser comprendido el todo por la parte? ¿Cómo puede un alma observar todo el plan cuando ella sólo ve una minúscula fracción de la estructura? Tengan esto constantemente en cuenta cuando estudian y reflexionan sobre estas instrucciones, y recuerden que a la luz del futuro conocimiento humano, todo lo trasmitido aquí es análogo a un libro de lectura de quinto grado, comparado con los libros de texto utilizados por un profesor ¬universitario. Sin embargo, servirá al aspirante para pasar del Aula de Apren¬dizaje al Aula de Sabiduría, siempre que utilice la información dada. 

Aprendan a ser telepáticos e intuitivos. Entonces estas frases e ideas revestidas por las formas, no serán necesarias. Así podrán enfrentarse con la verdad desnuda, y vivir y trabajar en el terreno de las ideas y no en el mundo de las formas. 

¿Cómo puede ser totalmente veraz, (una información) conociendo el limitado poder que poseen ustedes para comprenderlo? Me es imposible impartirles la verdad, porque no existe terminología apropiada ni ustedes poseen una base adecuada de conocimiento, lo cual dificulta mi tarea. 

Mientras leen mis palabras, quisiera que se retraigan internamente y traten de pensar, sentir y percibir, en el nivel de conciencia más elevado posible. El esfuerzo que dediquen para realizarlo dará mucho fruto y una rica recompensa. No captarán la plena intención de estas palabras, pero el sentido de percepción comenzará a reaccionar ante la impresión triádica. No encuen¬tro otra forma para explicarlo, limitado como estoy por la necesidad de emplear el lenguaje. Quizás nada lleguen a registrar conscientemente, porque el cerebro del discípulo común es todavía insensible a la vibración monádica. Aunque el discípulo fuera capaz de responder en cierta medida, no existen las imprescindibles palabras para expresar la ideas presentidas o revestir el concepto. Por lo tanto, es imposible dar a las ideas divinas una forma ideal y luego hacerlas descender al mundo de significados y de allí al mundo de los símbolos. Lo que diré tendrá, sin embargo, mayor significación al finalizar este siglo, cuando los hombres se hayan recuperado del caos y la crueldad de la guerra, y cuando las nuevas y más elevadas influencias espirituales se viertan externa y constantemente. Escribo, hermanos míos, para el futuro. 

La base de todos los fenómenos manifestados es el sonido enunciado, o palabra pronunciada con poder, es decir, con el pleno propósito de la voluntad tras de ella. Aquí radica, como se sabe, el valor de la meditación, que produce eventualmente ese propósito interno y recogimiento dinámico, o esa interna ideación, que debe preceder infaliblemente a la pronunciación de cualquier sonido creador. 

El iniciado aprende a emitir sonidos conscientemente; logra los resulta¬dos deseados y premeditados, pronuncia palabras, tiene plena conciencia de las consecuencias en todos los planos, crea formas y dirige la energía por medio de sonidos sagrados, impulsando así los fines de la evolución. 

El aspirante tiene que... controlar la palabra en todos los instantes del día. Algo fácil de decir, pero muy difícil de practicar, y quien lo logra se aproxima rápidamente a la emancipación. Esto no se refiere a la reticencia, a la melancolía, al silencio o mutismo, que caracterizan a las naturalezas poco evolucionadas y que en realidad se hallan en un estado de inarticulación. Se refiere al empleo controlado de las palabras para obtener ciertos fines y la retención de la energía vocal cuando no es necesaria, algo muy diferente. Involucra el reconocimiento de los ciclos, de las temporadas y de las estaciones; supone el conocimiento del poder del sonido y de los efectos producidos por la palabra hablada; entraña la comprensión de las fuerzas constructivas de la naturaleza y su debido manejo y se basa en la capacidad de manejar sustancia mental y ponerla en movimiento para obtener resultados en la materia física, de acuerdo con el propósito claramente definido del Dios interno. El fulgor del segundo aspecto del yo, Vishnu, o aspecto constructor de la forma, es la principal característica del ego en su propio plano. Debería reflexionarse sobre esto. 

Cada Palabra diferenciada o sintetizada afecta a los reinos dévicos y desde allí al aspecto constructor de la forma de la manifestación. Todo sonido produce su correspondiente respuesta en la sustancia dévica e impulsa a multitudes de diminutas vidas a adoptar formas específicas... La mayoría de los seres humanos construyen todavía inconscientemente, y la forma construi¬da es un agente benéfico o maléfico, según sea el móvil o propósito del hombre. 

Palabras de Poder, antiguos mántram (tales como el Padre Nuestro) y la Gran Invocación, son efectivos sólo si se utilizan en el plano mental y con el poder de una mente controlada - enfocada en su intención y significado - detrás del esfuerzo hablado. Entonces se hacen poderosas. Cuando son pronunciadas con el poder del alma, así como con la atención dirigida de la mente, llegan a ser en forma automática dinámicamente efectivas .

Las Palabras de Poder (esto también atañe al OM) tienen su origen en el segundo rayo... y están destinadas a ser empleadas por el alma, porque es la expresión del segundo aspecto de la divinidad, y sólo ella puede emplear realmente estas Palabras y sonidos y producir los resultados deseados, que están siempre de acuerdo al Plan divino. A menudo olvidan que deben ser empleadas por el alma en forma dinámica, involucrando el sensato recono¬cimiento del aspecto voluntad. 

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