DOCTRINA DEL CORAZÓN (ACV)
No es extraño que los corazones se sientan hoy abrumados por la
gran tensión de las corrientes que se entrecruzan: de las naciones, de las
personalidades, del mundo y también ¡cómo no! aquellas que se infiltran del
mundo sutil. Las enseñanzas del corazón nos acercan al Conocimiento, lo Bueno y
lo Bello, induciéndonos a evocar el poder del bien, afirmar el poder del
conocimiento y reconocer y practicar el principio creador de la benevolencia.
El corazón representa el templo de la humanidad. La salvación de la humanidad
reside en la fuerza motriz del corazón que no puede ser reemplazada por ningún
otro centro. El corazón no es una morada de ídolos; es el punto focal de la vida
que nos relaciona con los mundos más distantes.
Existen dos tipos de conocimiento: La Doctrina del Ojo y la
Doctrina del Corazón.
La Doctrina del Ojo está constituida por lo que
"aprendemos" del mundo exterior, y tiene su fundamento en la
observación (los cinco sentidos) y el razonamiento. Es el conocimiento
intelectual. También se lo conoce como conocimiento exotérico, o lo que es lo
mismo: conocimiento visible, público.
Llegamos a un punto en el que nuestra mente no es suficiente, ha
sido necesaria e indispensable hasta llegar a donde estamos, pero percibimos
que nos faltan respuestas que con solo la mente no podemos conseguir.
Seguramente que nuestro Ser nos está empujando a “La Doctrina del Corazón”
que está constituida por una serie de
"vivencias" interiores muy profundas, que tienen su fundamento en la
Conciencia y la Reflexión íntima, y que pueden entenderse como
"intuición". Es un conocimiento que no puede transmitirse en forma
verbal ni escrita.
Sin demasiada tecnología me atrevería a decir que la doctrina
del corazón es la doctrina del amor, cuando llegamos a concebir, ver y vivir el
amor en su autenticidad, estamos tratando de La Doctrina del Corazón. Es la Ley
con mayúsculas, la Ley de Leyes. Con la Ley del Amor no haría falta ninguna
otra Ley, ya que el amor auténtico es tan compasivo y tan generoso que sabe,
puede hacerlo, y darlo todo, sin recibir mandatos, sin órdenes, porque se habrá
llegado al Amor- Sabiduría (también con mayúsculas). Cuando nos aproximamos a
la Doctrina del Corazón nos estamos acercando a la esencia, a LA VIDA.
La Doctrina del Corazón es la creencia en el Mundo Sutil,
"más allá del ámbito terrenal", el cual nos acerca a la esencia de la
vida (esfera de Fuego). Una creencia es un articulo de fe substanciado en la
esperanza por hechos evidentes y sin embargo intangibles. Tiene un fundamento
muy superior a aquello que algunos aprendimos y que se nos decía que “fe es
creer sin ver”. Afortunadamente ya hay algunos que saben que “la fe es la
substancia de las cosas esperadas y la evidencia de las cosas no vistas”.
El corazón es una de las dos polaridades definidas por la
experiencia auto-consciente. Cabeza y corazón, luz y amor necesitan coexistir
en equilibrio dinámico en cada etapa del sendero para que la verdadera paz o
unidad sea hallada en él. Todo está inseparablemente interconectado en el
universo. El Amor relaciona todo lo que existe. El Amor es Pura Relación. La
Luz es el medio de relación y contacto. El Pensamiento es el complemento de
radiación y propulsivo de la fuerza receptiva y magnética del Amor.
Observar, ver a través del alma, es
proyectar la propia conciencia, que es Luz, en otra conciencia amorosamente
expectante. La Luz revela al Amor y el Amor revela la Luz, en la relación entre
Conocedor y Conocido. Luz-Amor es la auténtica sustancia de las cosas
esperadas, la evidencia de las cosas no vistas.
La cognición iluminada es el único camino para conocer
verdaderamente lo Real y establecer
relaciones verdaderamente causales entre los distintos acontecimientos. Así se
revela el Propósito Divino. De este modo, la unidad y la paz son reconocidas en
absoluta simplicidad.
La Disciplina del corazón es
fuente de discernimiento amoroso. Actuar y hablar desde el corazón
representará que las afirmaciones del corazón servirán siempre para equilibrar
las negaciones de la cabeza. El discernimiento es el correcto equilibrio entre
la sensibilidad del corazón que afirma y la selectividad de la cabeza que
niega.
Cuando decimos que las energías del plexo solar deben ser
transferidas al Corazón, estamos hablando del proceso evolutivo, ya que las
energías del plexo solar, hasta ahora expresión de la potente naturaleza de los
deseos que nutre la vida emocional de la personalidad, en este proceso, llega
el momento en que son transmutadas y reorientadas, para finalmente ser
conducidas al centro cardíaco. Se obtiene como resultado la comprensión de la
conciencia, el amor y el propósito grupales, que hacen del aspirante un
Servidor de la humanidad y un asociado de los Hermanos Mayores de la Raza. Esto
representa un gran esfuerzo y trabajo, obligándonos a purificar las emociones y
deseos, pasando estas energías al centro cardíaco.
En este proceso evolutivo se va a llegar al desarrollo de los
poderes psíquicos, o poderes del alma. Llegado este momento actuaremos como
magos blancos, colaborando con el Plan
Divino, porque habremos conseguido vivir en el amor y actuar desde el
amor, lo cual implica olvido de sí mismo,
inofensividad y correcta palabra; deja de haber separatividad y todo lo
que invoquemos será siempre para el bien
común y nunca para el yo separado.
Los poderes psíquicos se van a manifestar cuando desde el AMOR
invocamos luz, paz, justicia, etc., para la humanidad. Aquí hay que tener
abierto el centro del corazón.
En este intento por vivir el discipulado y la Doctrina del
Corazón, vamos a hacer referencia a las
Cuatro Nobles Verdades:
1ª: El dolor.
2ª: La causa del dolor.
3ª: La cesación del dolor.
4ª: El sendero que conduce a la cesación del dolor.
La primera Verdad la explicaba Buda de este modo: toda la vida
del hombre en el mundo es una vida que, o bien está llena de dolor, o en
cualquier momento está expuesta a padecerlo.
En la segunda de estas Verdades, se pasa a investigar cuál es la
causa del dolor y después de un cuidadoso análisis llega a la conclusión de que
la causa de todo dolor es el deseo inferior.
Así pasamos a la Tercera Noble Verdad, la cesación del dolor y,
naturalmente, el modo de escapar del dolor es rechazar y combatir este deseo
inferior. Así pues, Buda dice que si conseguimos fijar nuestros pensamientos en
lo superior y aprender a separar nuestros deseos de los niveles inferiores,
todo dolor cesará para nosotros, y disfrutaremos de calma y serenidad.
La Cuarta Noble Verdad nos expone el método por medio del cual
esta carencia de deseo puede ser obtenida. El sendero para obtener esto, dice,
contiene ocho etapas, por cuyo motivo en la literatura budista se habla
constantemente de él como del “Noble Óctuple Sendero” que implica: Recto
Entendimiento, Recto Pensamiento, Recto Lenguaje, Recta Acción, Recta Vida,
Recto Esfuerzo, Recta Atención y Recta Concentración.
Aún la misma Jerarquía, con todo su conocimiento, visión y
comprensión, y con todos sus recursos, no puede ejercer coerción ni predecir lo
que hará el género humano. Puede estimular y estimula la recta acción; puede
indicar e indica la posibilidad y la responsabilidad; puede enviar y envía sus
instructores y discípulos para educar y conducir a la raza; pero en ningún
momento ni situación da órdenes o asume el control. Puede extraer el bien
del mal y lo hace iluminando situaciones e indicando la solución de un
problema, pero la Jerarquía no puede ir más allá de esto. Si asumiera un
control autoritario, se desarrollaría una raza de autómatas y no una raza de
hombres responsables. A cualquier precio
el hombre debe aprender a permanecer y a actuar solo. Recorrer el Camino en paz
y que posea la luz y el poder para servir, es el deseo del corazón. Llegar a la
Doctrina del Corazón y experimentar la soledad aumenta a medida que el
aspirante se aparta del mundo. Siempre llega un intervalo donde el discípulo
siente un aparente e intenso aislamiento, pero es sólo una ilusión. Hay que
saber que no se está solo. La soledad,
es una de las primeras cosas que indican
a los discípulos que se están preparando para la iniciación. Nos referimos a la
soledad que se produce cuando el discípulo aceptado se convierte en discípulo
consagrado y abandona la vida de concentración en el plano físico, y de
identificación con las formas.
A todo discípulo le es revelado un determinado tipo de soledad
espiritual, constituyendo una prueba de desapego oculto que todo discípulo debe
dominar. Esta soledad debe enfrentarla y comprenderla, y tiene como resultado
dos cosas: primero, saber cuál es la exacta etapa alcanzada en la escala de la
evolución o en el sendero y, segundo, la percepción intuitiva de la etapa
evolutiva lograda por aquellos con quienes entramos en contacto en el camino de
la vida. Muy pocos se atreven a ver a sus semejantes tal como son en realidad,
por temor a las críticas - pues es muy difícil desarrollar verdaderamente la
comprensión amorosa que permite realmente ver en las personas sus defectos y
sus virtudes, sus pequeñeces y sus grandezas, y amarlas como antes y aún más.
En esta soledad no hay morbosidad, retiro ni
separatividad. Sólo existe el
“lugar donde permanece el discípulo, desapegado y sin temor, y a ese lugar de
total quietud llega el Maestro y desaparece la soledad”.
Seguro que antes o después vamos a llegar a “La Doctrina del
Corazón”, para lo cual tendremos que superar las experiencias necesarias que
tienen su fundamento en la Conciencia y la Reflexión íntima, y que se expresa
como "intuición". Es algo que no nos podemos transferir; tendremos
que vivirlo. Por esto se lo conoce como conocimiento esotérico, que significa
"oculto", "escondido", "secreto". Que no está
oculto a nadie, ni tampoco se guarda en secreto, pero al que solamente puede
llegar el que ha trabajado la transmutación de sus cuerpos, ha redimido la
materia y se ha abierto ese gran ventanal que le da acceso a la doctrina del
Corazón. No se puede decir que esta es la época de la doctrina del corazón o
del Agni Yoga; puede serlo, pero para el que haya realizado el trabajo previo:
redimir la materia o transmutación de los cuerpos.
La lectura atenta y meditativa de esta doctrina nos va a
permitir penetrar en lo más profundo del
corazón, en donde los sabios de todos los tiempos hallaron el manantial silente
de toda posible sabiduría. La medida de lo pequeño y de lo grande en la vida humana
es justificada desde el centro místico del corazón. Tal como decía en cierta
ocasión el Maestro K. H. "... la inteligencia humana está capacitada para
medir las pequeñas verdades, el Amor, que es síntesis de nuestro Universo,
trata de descubrir la Verdad, la esencia del propio Dios".
Ciencia del Corazón, es un intento jerárquico de hacer que
"las pequeñas voluntades de los hombres", reconozcan que en su
pequeño corazón se halla la simiente de la Sabiduría de todas las épocas y que
deben refugiarse constantemente en este íntimo Santuario si quieren hallar la
paz y la serenidad de sus vidas. No hay poder alguno en el Universo, por
elevado que sea, que pueda resistir los impulsos serenos del corazón. El
Corazón es el Sendero Secreto que lleva al devoto por las balsámicas praderas
de la Compasión y del Servicio desinteresado, abrazando la vía unitiva amorosa
por encima de las conjeturas de la mente. Es la calidad envolvente e inclusiva
de la experiencia de Compasión Universal, que sirve de puente seguro sobre el
que el Peregrino Espiritual avanza arduamente mirando por sus hermanos en la
travesía; ocupándose de curar las heridas y consolar los desahucios de la vida.
Es el AMOR, y ojalá que pronto, mejor que tarde, podamos decir:
EN EL CENTRO DE TODO AMOR PERMANEZCO
Y se nos abrirán todas las puertas, descubriremos LA VERDAD.
Llegar verdaderamente a la Doctrina del Corazón, al Agni Yoga,
al Conocimiento Directo, requiere haber desarrollado, explotado, superado y
trascendido las energías de cada uno de los cuerpos: Físico, Emocional y Mental. Sin esta superación es
imposible llegar a la Doctrina del Corazón, al Agni Yoga que es EL AMOR. El
conocimiento directo debe disponer de un vehículo de expresión perfecto y no se
puede llegar sin haber redimido plenamente la materia.
Se dicen otras cosas por ahí, pero nosotros escuchemos la voz
del alma.
Ana Castro.