ROERICH: BIOGRAFIA NICOLÁS Y HELENA
ROERICH (PRIMERA PARTE) Por Joao Gomes
Extraído de la Revista Biosofía
UNA ÍGNEA PAREJA
“Los
artistas, objetivadores de lo Real, libertadores de la tristeza y del
dolor, constructores de alegría que alienta y renueva, deben ser considerados
como verdaderos patronos de la Nueva Edad.
Al establecer un punto sensible ente el
mundo interno de bellezas, significados, valores e ideas, y el mundo de las
formas externas, ellos viven una estrecha relación con las características y
virtualidades del 7º Rayo, que gobierna la Era recién iniciada. Están también
íntimamente ligados al 4º Rayo (de armonía a través del conflicto), que
gobierna el Reino Humano como un todo (ya que se trata del 4º Reino de la
Naturaleza en el arco ascendente). Así, dentro de estas tónicas energéticas y
cualitativas, a ellos les cabe una importante contribución en el advenimiento
del Hombre Nuevo”(1)
A lo largo de la historia de la
humanidad siempre existió una rara y bella estirpe de matrimonios ígneos, de
parejas que se unieron para sacrificarse en pro de un ideal mucho mayor que
ellos, ideal que los incendió por dentro, exigiendo una entrega total.
Recordemos, de un modo en absoluto exhaustivo, las parejas reales del Antiguo
Egipto: Aquenaton (Amenofis IV) y Nefertiti; Seti I y Tonya; Ramses II y
Nefertari. En el campo de la ciencia, Marie y Pierre Curie. En política y
acción social, Mohandas y Kasturbai Gandhi. Y finalmente, en el ocultismo
moderno, tenemos una serie de “matrimonios”: Henry S. Olcott y Helena
Blavastsky (en este caso y en el siguiente no hubo una relación carnal y
marital. No obstante la idea fundamental se mantiene, es decir, la unión de un
hombre y una mujer basada en la admiración y amistad mutua, y en un ideal y
misión comunes: Annie Besant y Charles
Leadbeater; Foster y Alice Bailey, y el que hoy nos ocupa, Nicolas y Helena
Roerich. Esta corriente de parejas feéricas no cesó, sino que continua, y
muchos de nosotros tienen la suerte de observarlos en la lucha y el trabajo en
pro de un mundo mejor. A ellos, a todos ellos, los del pasado, el presente y el
futuro, dejamos aquí nuestra gratitud y les ofrecemos nuestra oración: “Que le
fuego divino os incendie y os consuma, Matrimonios Solares, en la construcción
de Reino de Dios sobre la Tierra”.
Helena Roerich
Comencemos por Helena Roerich. Tal como
la “Vieja” Helena, (no la de Troya, sino la pionera y grande Blavatsky) nació
en aquellas llanas y heladas tierras de Rusia el 13 de febrero de 1879, y tal
como es su tierra, fue una mezcla de Occidente y Oriente, de las fragancias
asiáticas y los colores griegos. Esta ceñuda Helena, de ojos grandes y negros,
osó como Prometeo robar el fuego a los dioses, y quemar en una aspiración
ardiente el mundo de los hombres.
Hija de un arquitecto preminente, el
Archiduque Chapochnikov, era extraordinariamente sensitiva y enfermaba con
frecuencia. Mientras se encontraba postrada, se le aparecían dos hombres muy
altos (¿los maestros Moria y Koot Hoomi?), que la auxiliaban.
La hermana de su madre, la princesa
Putyatune, tenía una finca en Bologoye, donde la pequeña Helena pasaba los
veranos. Allí aprendió a amar la naturaleza y los animales. Se cuenta que los
animales domésticos corrían hacia ella para saludarla todas las mañanas cuando
salía de casa para alimentarlos.
Aprendió a leer muy pronto. Apreciaba
los filósofos y meditaba sobre la Biblia. Tenía talento para la música, tocaba
el piano, pintaba y dibujaba.
Cuando descubrió a Nicolás, descubrió
que tenían mucho en común. Pasaban el tiempo juntos, yendo a conciertos y
exposiciones. Se enamoraron, y finalmente se casaron el 28 de octubre de 1901.,
Tuvieron una vida familiar feliz y de su unión nacieron dos hijos, Jorge y
Svetoslav. Este último se convirtió en un excelente pintor (como su padre), y
del retrato que hizo de su madre se percibe una mujer muy guapa.
En 1915 Nicolás Roérich enfermó de
neumonía, por lo que dejaron su casa en San Petersburgo para vivir en un clima
más benigno. Después de una escala en Inglaterra llegan a Nueva York en 1920,
para la primera exposición de Nicolás Roérich en Estados Unidos. Fue por este
tiempo cuando Helena entra en contacto con su Maestro y escribe el primer libro
“Hojas del jardín de Morya I”, cuya primera edición saldría en 1924. Seguirán
más de 14 títulos en la serie Agni-yoga, donde su Maestro expone por primera
vez al mundo las bases del yoga de la 6ª Raza. El último volumen publicado,
“Supramundo II”, saldría a la luz en 1938, en vísperas de la 2ª Guerra Mundial.
Libros
Su
Maestro, el Señor de mirada penetrante, transmitió por su intermedio un
conjunto de sublimes enseñanzas referidas al nuevo yoga, el Yoga del Fuego, de
la Vida y del Sacrificio. Afirmó por propia experiencia que sus libros no se
pueden leer de la manera común. Son páginas de meditación, párrafos que se
digieren lentamente, frases que en la síntesis de un relámpago, incendian la
mente e iluminan la vida.
En “Hojas del Jardín de Morya I”, dice
el Maestro, a través de la pluma de Helena, en ese su estilo compacto e
imperioso: “La vida truena. Sé vigilante”. “Un Templo para todos, para todos un
Dios”. “Mis Amigos, la Felicidad reside en servir a la salvación de la
humanidad”. “Cuando Yo ordeno contar el Libro de la Alegría, no olvides el
llamamiento a la batalla”. Y el discípulo, ante la llamada del Maestro,
responde: ¡A pesar de mis flaquezas, a pesar de mi miopía, a pesar de mis
traiciones, acepta Señor mi lanza roma, mi escudo agujereado, mi armadura
abollada. Estoy presto para la contienda!
En “Agni Yoga” afirma el Maestro:
“Recordad el bautismo por el Fuego, la Cruz Ígnea, todos los Cálices Flameantes
que Yo os revelé hace mucho tiempo, como símbolos del próximo yoga”. Y más de
una vez responde la voz trémula del discípulo al Maestro; “Señor, fui bautizado
por los sacerdotes en las aguas heladas del mundo; anhelo ahora el bautismo del
Fuego, del Señor de la Llama Dorada, a pesar de saber que perderé todo lo que
amé en los viajes del pasado”.
ImageSugerimos a todos aquellos que
sienten dentro de sí la llama del Fuego de la Era de Maitreya que, de una forma
pausada y lenta, mediten las palabras del Maestro. Ellas son simientes del
Nuevo Mundo, ellas son embrión del Nuevo Mundo, ellas son el lema de la Nueva
Conciencia. Comiencen por el primer libro, “Hojas del Jardín de Morya I”, y
oigan el apelo urgente del futuro; después sigan adelante y paren largamente en
el Volumen II; giren entonces a la tarde, descansen meditando en “Nueva Era de
la Comunidad”. Otro día, por la mañana, asciendan al “Infinito, Vol. I y II”;
cansados de la jornada, en una vigilia nocturna, oren con “Jerarquía”;
desciendan al pozo iniciático de “Corazón”; sin miedo, con ojos vendados y
mente abierta penetren en “Mundos Ardientes, I, II y III”; griten entonces a
una sola voz con el Universo en “AUM”; después, en un abrazo vasto y largo,
sumérjanse en “Fraternidad”; y finalmente, al término de la jornada, descansen
con “Supramundo I y II”.
Helena y Nicolai (Nicholas es la traducción
de su nombre al inglés, que el pintor usaba con frecuencia en el mundo
occidental) tuvieron una vida fértil en acontecimientos. Tal vez los más
significativos sean sus viajes por Oriente. En India organizaron una expedición
a Asia Central y recorrieron China, Mongolia, el Tibet y otros países. Aunque
se conozcan pocos detalles de su vida, se sabe que Helena fue una activista
participante en las grandes cuestiones de su tiempo. Fue una Instructora
Espiritual con un gran número de discípulos. Su
sabiduría –la sabiduría de una iluminada-, se encuentra diseminada en
cientos de cartas que enviaba a sus corresponsales y alumnos. Estas epístolas
fueron publicadas en “Cartas de Helena Roerich, I y II”. En estas misivas
Helena mostraba su preocupación e interés por los asuntos que le fueron
contemporáneos.
Ella fue una precursora de la Nueva Era.
Y antes que esta expresión se convirtiera en moda (de mal gusto, dicho sea de
paso), con todo el folclore que hoy le acompaña, escribió en 1929 lo siguiente:
El Libro de los nuevos descubrimientos y de la luz del atrevimiento está
abierto frente a la humanidad. Ya oyeron hablar acerca de la aproximación de la
Nueva Era. Cada época tiene su llamada, y el llamamiento fundador de la Nueva
Era será el poder del pensamiento creador; y el primer paso en esta dirección
será la apertura de la conciencia, la liberación
de todos los prejuicios y de todos los conceptos tendenciosos y forzados”(2).
La mujer del futuro
Otra de sus preocupaciones fue la
condición de las mujeres de su tiempo. Escribirá: “La próxima gran época está
íntimamente ligada al ascenso de la mujer. Tal como en los mejores días de la
humanidad, la época futura ofrecerá nuevamente a la mujer el derecho al lugar
que le corresponde, lado a lado con su eterno compañero de viaje y trabajo, el
hombre. Debéis recordar que la grandeza del Cosmos se fundamenta en el origen
dual. ¿Será adecuado por ello menospreciar uno de sus dos elementos?(3). Como
todas las grandes almas, Helena se anticipa a su tiempo; ella sintió
(verdaderamente intuyó) que la gran transformación cultural que se esperaba en
el futuro implicaría la participación plena de la mujer, y hoy sabemos que es
así, y así seguirá siendo.
En la misma carta, más adelante, Helena
vuelve a abordar la cuestión de la mujer, integrándola en la problemática de la
cultura y la educación: “Con todo, en su esfuerzo por la educación, la mujer debe
recordar que todos los sistemas educativos son
solo medios para el desenvolvimiento de un conocimiento y cultura del
espíritu y del corazón. Solo esta combinación promueve esa síntesis sin la cual
es imposible realizar la grandeza real, la diversidad y la complejidad de la
vida humana en su Evolución Cósmica. Así, en cuanto se esfuerza por el
conocimiento, que la mujer se acuerde de la Fuente de Luz y de los Líderes del
Espíritu, aquellas grandes mentes que verdaderamente crean la conciencia de la
humanidad. La humanidad encontrará el camino hacia la verdadera evolución
aproximándose a esta fuente y al principio rector de la Síntesis”.
Cuando aún hoy vemos personas con alguna
madurez intelectual y espiritual utilizando su tiempo en practicas del tipo Hatha
Yoga, será con certeza útil recordar sus
palabras acerca de este asunto: “… no debemos sobrevalorar los resultados del
Hatha Yoga y pensar que los adeptos de esta disciplina son igual a los del Raja
Yoga en su habilidad para despertar el Kundalini(4) y para adquirir los
distintos tipos de siddhis(5), y que ellos alcanzan la bienaventuranza y se liberan de la materia. De hecho no es
así. El grado de bienaventuranza alcanzada por tales adeptos es muy relativo, y
a través del Hatha Yoga nunca obtiene la libertad sobre la materia (en el
sentido utilizado por los Grandes Instructores). Tal como dice la enseñanza, no
conocemos a nadie que haya alcanzado la meta por el camino de Hatha Yoga.
Incluso el desenvolvimiento de los
siddhis inferiores, que los hatha yogis adquieren utilizando ejercicios
terriblemente difíciles y mecánicos, no son duraderos; en sus próximas
encarnaciones podrían perder todos ellos. Solo aquellas conquistas que vienen
de manera natural son válidas y permanentes, porque constituirán el resultado
del desenvolvimiento espiritual interno. Solo de este modo las manifestaciones
de verdadero poder pueden ser alcanzadas. Los ejercicios de Hatha Yoga no deben
ir más allá de un ligero y cuidado pranayama que fortalece la salud; de otro modo puede ser peligroso, conduciendo a
la mediumnidad, obsesión y locura”.
Creemos que así quedan, una vez más,
claros los peligros que el aspirante corre al practicar ciertas disciplinas
físicas. Repitamos que los yogas para el tipo medio de aspirante son el Jñana o
el Raja Yoga, pudiendo ser complementados por el Karma y el Bahkti Yoga.
Son también de Helena Roerich las obras
“On Eastern Crossroads” y “Fundations of Buddhism”, aunque usando pseudónimos
diferentes para cada una de ellas.
En 1930, con su marido Nikolai e
inspirada por su Maestro, el Señor del Rayo Azul, funda la “Agni Yoga Society”.
A propósito del Agni Yoga, escribimos en el pasado lo siguiente: “Muy poco se
sabe de este desarrollo espiritual. Se conoce solo que él será el yoga de la próxima
raza, la Sexta. El discípulo de este yoga tiene ya su cuerpo búdico e intuitivo
razonablemente desenvuelto y se encuentra polarizado en el chakra cardiaco y en
el centro correspondiente de la cabeza. Esta es la vía de los discípulos
avanzados de los iniciados. Muy
sintéticamente se puede decir que es el camino de la vida, de la síntesis
espiritual, del fuego, de la intuición y del sacrificio. El 2º (Amor –
Sabiduría) y el 4º (Arte, Belleza y Armonía) rayos que rigen este recorrido.
Ella fue también la primera traductora
al ruso de la importantísima obra de Blavatsky “La Doctrina Secreta”. A propósito
de este libro, nunca está de más recalcar su importancia, grandeza y
profundidad. En mi modesta opinión, es en la actualidad la más importante obra,
no solo del ocultismo, sino de la literatura mundial, Nada se le compara, nada
le equivale. Es para mi como un huracán, un tornado que pasa por la mente, y
que en un ímpetu de fuerza y movimiento, la purifica de sus miasmas,
supersticiones, limitaciones e ilusiones. Es como una explosión que no deja
nada en pie, y que no obstante, en un acto de milagrosa magia, reconstruye todo
de una forma más bella, más imponente, más poderosa. Estudiar y meditar la
Doctrina Secreta es como si alguien nos otorgará una iniciación en el sentido
de que su reflexión lleva inevitablemente a una expansión de conciencia.
Helena Roerich desencarnó en 1949, y
puede decirse con seguridad que sus libros son hoy más conocidos de lo que lo
fueron durante toda su vida.