Libro
CARTAS SOBRE MEDITACIÓN OCULTISTA
Párrafo
donde el Maestro deja esclarecida la diferencia entre la vía de conocimiento
mística y la ocultista (científica)
FÓRMULAS
EMPLEADAS POR EL MÍSTICO Y EL OCULTISTA.
El tema
de esta carta les ha de interesar, pues nos ocuparemos de las fórmulas de
meditación que emplean los místicos y los ocultistas.
Será útil
que en primer lugar establezcamos cuidadosamente la diferencia entre ambos
tipos. Comenzaré exponiendo una verdad. El místico no es necesariamente un
ocultista, pero el ocultista abarca al místico. El misticismo es sólo un paso
en el sendero del ocultismo. En este sistema solar, sistema del amor en
actividad, el sendero de menor resistencia para la mayoría es el del místico,
el sendero de amor y devoción. En el próximo sistema solar, el sendero de menor
resistencia será el que hoy conocemos como sendero ocultista. Entonces ya habrá
sido recorrido el sendero del místico. ¿Qué diferencia existe entre ambos
tipos?
El
místico tiene que ver con la vida evolutiva; el ocultista se ocupa de la forma.
El
místico se ocupa del Dios interno; el ocultista del Dios en la manifestación
externa.
El
místico actúa del centro a la periferia; el ocultista invierte el proceso.
El
místico se eleva, por medio de la aspiración y la devoción más intensa, hasta
el Dios interno o el Maestro, a quien reconoce; el ocultista avanza mediante el
conocimiento de la ley en acción, y esgrime la ley que liga la materia y le da
forma de acuerdo a las necesidades de la vida que en ella mora. De esta manera,
el ocultista llega a las Inteligencias que trabajan con la ley, hasta que
alcanza a la fundamental Inteligencia Misma.
El
místico trabaja por medio de los Rayos de Amor, Armonía y Devoción o por el
sendero de segundo, cuarto y sexto rayos. El ocultista trabaja por medio de los
Rayos de Poder, Actividad y Ley Ceremonial o primero, tercero y séptimo rayos.
Ambos se unen y fusionan mediante el desarrollo de la mente, quinto Rayo de
Conocimiento Concreto (fragmento de la Inteligencia cósmica), y en este rayo el
místico se convierte en ocultista y entonces trabaja con todos los rayos.
Al
descubrir dentro de sí mismo el reino de Dios y estudiar las leyes de su propio
ser, el místico se hace experto en las leyes que rigen al universo, del cual es
parte. El ocultista reconoce el reino de Dios en la naturaleza o en el sistema
y se considera a sí mismo como ínfima parte del gran Todo y regido por las
mismas leyes.
El
místico, por regla general, trabaja en el sector del Instructor del Mundo, el
Cristo, y el ocultista actúa más frecuentemente bajo el Manú o Regente; pero
cuando ambos han pasado por los cuatro rayos menores en el sector del Señor de
la Civilización, se completa su desenvolvimiento, el místico se convierte en
ocultista y este incluye las características del místico. Expresándome más
sencillamente, a fin de que todos me entiendan, diré: después de la iniciación
el místico se fusiona con el ocultista, porque se ha convertido en estudiante de
la ley oculta; debe trabajar con la materia en su manipulación y empleo; debe
dominar y controlar todas las formas inferiores de la manifestación y aprender
las reglas de acuerdo a las cuales trabajan los devas constructores. El sendero
místico previamente a la iniciación, puede ser denominado sendero de probación.
Antes de que el ocultista pueda manejar inteligentemente la materia del sistema
solar debe haber dominado las leyes que rigen el microcosmos y. aunque se halla
naturalmente en el sendero ocultista, deberá aún descubrir el Dios dentro de su
propio ser, antes de poder aventurarse, sin peligro, a entrar en el sendero de
la ley oculta.
El
místico trata de trabajar desde el plano emocional al intuicional, y de éste a
la Mónada o Espíritu. El ocultista trabaja de lo físico a lo mental, de allí a
Atma o Espíritu. Uno trabaja en la línea del Amor, el otro en la línea de la
Voluntad. El místico no logra la finalidad de su ser -el amor demostrado en
acción- a no ser que coordine el todo mediante el empleo de la voluntad
inteligente; en consecuencia, se ha de convertir en ocultista.
El
ocultista también fracasa y se convierte en un exponente egoísta del poder,
actuando por medio de la inteligencia, a no ser que encuentre, mediante un amor
impulsor, un propósito para esa voluntad y conocimiento que le proporcione un
móvil adecuado para todo lo que trata de realizar.
He
tratado de darles una idea clara de la diferencia que existe entre estos dos
grupos, porque es de gran importancia cuando se estudia el tema de la
meditación. Las fórmulas empleadas por ambos en cada caso son totalmente
distintas y muy interesantes cuando se las ve clarividentemente.
LA
FÓRMULA MÍSTICA.
La
expresión "fórmula mística" es casi una paradoja, porque el místico,
librado a sí mismo, elimina completamente las fórmulas. Se concentra en el Dios
interno, deteniéndose en este centro de conciencia; trata de vincularlo con
otros centros, tales como el Maestro o algún santo y hasta con el Mismo Logos
supremo, y de ascender por la línea de vida, sin prestar atención a las
envolturas circundantes. Actúa en el sendero de fuego, la frase “nuestro Dios
es un fuego consumidor" constituye para él la afirmación literal de un
hecho y una verdad captada. Asciende de un fuego a otro, y por realizaciones graduales
del Fuego Interno llega al fuego del universo. Se puede decir que lo único que
el místico emplea es una escala de fuego o una cruz de fuego, por medio de la
cual eleva su conciencia al punto deseado. Se concentra sobre abstracciones y
atributos más que sobre aspectos, y en la vida más que en lo concreto. El
místico aspira, arde, armoniza, ama y trabaja por medio de la devoción. Medita
tratando de eliminar la mente concreta en su totalidad y aspira a pasar del
plano de la emoción al de la intuición. Adolece de los defectos de su tipo
-soñador, visionario, falto de sentido práctico, emotivo, y carece de la
cualidad mental llamada discernimiento. Es intuitivo, propenso a ser mártir y a
autosacrificarse. Antes de poder alcanzar y pasar la iniciación debe realizar
tres cosas:
Primero,
a través de la meditación, someter su naturaleza a una disciplina, aprender a
construir formas y a conocer su valor.
Segundo,
llegar a conocer el valor de lo concreto y aprender bien el lugar que, en el
esquema de las cosas, ocupan las diversas envolturas, mediante las cuales la
vida que él tanto ama ha de manifestarse. Tiene que trabajar en la construcción
de su cuerpo mental y convertirlo en un depósito de hechos, antes de que pueda
seguir adelante.
Tercero,
aprender, por medio del inteligente estudio del microcosmos -su pequeño sistema
espíritu-materia-, el doble valor del macrocosmos.
En vez de
conocer únicamente el Juego que consume ha de comprender y trabajar por medio
del fuego que construye, fusiona y desarrolla la forma. Por medio de la
meditación ha de aprender el triple empleo del Fuego. Esta última frase es de
gran importancia y hago hincapié sobre ella.
LA
FÓRMULA OCULTISTA.
Hemos
estudiado, hace dos días, el método por el cual el místico alcanza la unión y
también delineado muy brevemente el camino por el cual intenta alcanzar la
nieta. Hoy trazaré sucintamente la ruta que sigue el ocultista y su tipo de
meditación en contraposición con la del místico, y después señalaré cómo ambos
deben mezclarse y sus elementos individuales fusionarse en uno solo.
La
fórmula constituye para el ocultista la línea de menor resistencia, e
incidentalmente podría intercalar aquí un pensamiento. Admitido el hecho,
podemos esperar hoy, por lo tanto, con toda certeza, un rápido desenvolvimiento
del conocimiento oculto y la aparición de algunos ocultistas verdaderos. El
advenimiento del séptimo rayo o Rayo de la Fórmula o Ritual, facilitará
poderosamente el descubrimiento del sendero oculto y la asimilación del
conocimiento oculto. El ocultista se ocupa en primer lugar de la forma por
medio de la cual la Deidad se manifiesta, más que de la Deidad misma; en esto
reside la diferencia fundamental que a primera vista se evidencia entre los dos
tipos. El místico elimina o trata de trascender la mente en el proceso de
encontrar al Yo. El ocultista, mediante el interés inteligente puesto en las
formas, que velan al Yo, y el empleo del principio mente, en sus dos niveles,
llega al mismo punto. Reconoce las envolturas que velan. Se dedica al estudio de
las leyes que rigen el sistema solar manifestado. Se concentra en lo objetivo
pero, en los primeros años, puede a veces pasar por alto el valor de lo
subjetivo. Llega eventualmente a la vida central eliminando, mediante el
conocimiento y el control consciente, una envoltura tras otra. Medita sobre la
forma hasta que la pierde de vista y su creador llega a ser todo en el todo.
Igual que
el místico, debe realizar tres cosas:
1.
Aprender la ley y aplicarla a sí mismo. Su método es la rígida autodisciplina,
lo cual es necesario, porque los peligros que amenazan al ocultista no son los
del místico. Vanidad, egoísmo y manipulación de la ley, por curiosidad o deseo
de poder, han de ser consumidos por el fuego antes de que se le puedan confiar,
sin peligro, los secretos del Sendero.
2. En la
meditación, por medio de la forma construida, debe concentrarse en la vida que
en ella mora. Tiene que buscar el ardiente fuego interno que irradia en todas
las formas que cobijan la vida divina.
3.
Mediante el estudio científico del macrocosmos, "el reino de Dios
externo", debe llegar al punto en que localiza ese mismo reino dentro de
sí mismo.
He aquí,
por lo tanto, el punto de fusión del místico y del ocultista. Sus senderos se
convierten en uno. Anteriormente me referí en esta carta, a lo interesante que
es para el clarividente observar las diferentes formas construidas en la
meditación por el místico y el ocultista. Mencionaré algunas diferencias, pero
hasta que no posean dicha visión, lo que diga al respecto serán meras palabras.