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viernes, 2 de octubre de 2015

FÓRMULAS DE MEDITACIÓN DE LOS MÍSTICOS Y OCULTISTAS (D.K.) Libro CARTAS SOBRE MEDITACIÓN OCULTISTA

FÓRMULAS DE MEDITACIÓN DE LOS MÍSTICOS Y OCULTISTAS (D.K.)
Libro CARTAS SOBRE MEDITACIÓN OCULTISTA



Párrafo donde el Maestro deja esclarecida la diferencia entre la vía de conocimiento mística y la ocultista (científica)

FÓRMULAS EMPLEADAS POR EL MÍSTICO Y EL OCULTISTA.

El tema de esta carta les ha de interesar, pues nos ocuparemos de las fórmulas de meditación que emplean los místicos y los ocultistas.

Será útil que en primer lugar establezcamos cuidadosamente la diferencia entre ambos tipos. Comenzaré exponiendo una verdad. El místico no es necesariamente un ocultista, pero el ocultista abarca al místico. El misticismo es sólo un paso en el sendero del ocultismo. En este sistema solar, sistema del amor en actividad, el sendero de menor resistencia para la mayoría es el del místico, el sendero de amor y devoción. En el próximo sistema solar, el sendero de menor resistencia será el que hoy conocemos como sendero ocultista. Entonces ya habrá sido recorrido el sendero del místico. ¿Qué diferencia existe entre ambos tipos?

El místico tiene que ver con la vida evolutiva; el ocultista se ocupa de la forma.

El místico se ocupa del Dios interno; el ocultista del Dios en la manifestación externa.

El místico actúa del centro a la periferia; el ocultista invierte el proceso.

El místico se eleva, por medio de la aspiración y la devoción más intensa, hasta el Dios interno o el Maestro, a quien reconoce; el ocultista avanza mediante el conocimiento de la ley en acción, y esgrime la ley que liga la materia y le da forma de acuerdo a las necesidades de la vida que en ella mora. De esta manera, el ocultista llega a las Inteligencias que trabajan con la ley, hasta que alcanza a la fundamental Inteligencia Misma.

El místico trabaja por medio de los Rayos de Amor, Armonía y Devoción o por el sendero de segundo, cuarto y sexto rayos. El ocultista trabaja por medio de los Rayos de Poder, Actividad y Ley Ceremonial o primero, tercero y séptimo rayos. Ambos se unen y fusionan mediante el desarrollo de la mente, quinto Rayo de Conocimiento Concreto (fragmento de la Inteligencia cósmica), y en este rayo el místico se convierte en ocultista y entonces trabaja con todos los rayos.

Al descubrir dentro de sí mismo el reino de Dios y estudiar las leyes de su propio ser, el místico se hace experto en las leyes que rigen al universo, del cual es parte. El ocultista reconoce el reino de Dios en la naturaleza o en el sistema y se considera a sí mismo como ínfima parte del gran Todo y regido por las mismas leyes.

El místico, por regla general, trabaja en el sector del Instructor del Mundo, el Cristo, y el ocultista actúa más frecuentemente bajo el Manú o Regente; pero cuando ambos han pasado por los cuatro rayos menores en el sector del Señor de la Civilización, se completa su desenvolvimiento, el místico se convierte en ocultista y este incluye las características del místico. Expresándome más sencillamente, a fin de que todos me entiendan, diré: después de la iniciación el místico se fusiona con el ocultista, porque se ha convertido en estudiante de la ley oculta; debe trabajar con la materia en su manipulación y empleo; debe dominar y controlar todas las formas inferiores de la manifestación y aprender las reglas de acuerdo a las cuales trabajan los devas constructores. El sendero místico previamente a la iniciación, puede ser denominado sendero de probación. Antes de que el ocultista pueda manejar inteligentemente la materia del sistema solar debe haber dominado las leyes que rigen el microcosmos y. aunque se halla naturalmente en el sendero ocultista, deberá aún descubrir el Dios dentro de su propio ser, antes de poder aventurarse, sin peligro, a entrar en el sendero de la ley oculta.

El místico trata de trabajar desde el plano emocional al intuicional, y de éste a la Mónada o Espíritu. El ocultista trabaja de lo físico a lo mental, de allí a Atma o Espíritu. Uno trabaja en la línea del Amor, el otro en la línea de la Voluntad. El místico no logra la finalidad de su ser -el amor demostrado en acción- a no ser que coordine el todo mediante el empleo de la voluntad inteligente; en consecuencia, se ha de convertir en ocultista.

El ocultista también fracasa y se convierte en un exponente egoísta del poder, actuando por medio de la inteligencia, a no ser que encuentre, mediante un amor impulsor, un propósito para esa voluntad y conocimiento que le proporcione un móvil adecuado para todo lo que trata de realizar.

He tratado de darles una idea clara de la diferencia que existe entre estos dos grupos, porque es de gran importancia cuando se estudia el tema de la meditación. Las fórmulas empleadas por ambos en cada caso son totalmente distintas y muy interesantes cuando se las ve clarividentemente.

LA FÓRMULA MÍSTICA.

La expresión "fórmula mística" es casi una paradoja, porque el místico, librado a sí mismo, elimina completamente las fórmulas. Se concentra en el Dios interno, deteniéndose en este centro de conciencia; trata de vincularlo con otros centros, tales como el Maestro o algún santo y hasta con el Mismo Logos supremo, y de ascender por la línea de vida, sin prestar atención a las envolturas circundantes. Actúa en el sendero de fuego, la frase “nuestro Dios es un fuego consumidor" constituye para él la afirmación literal de un hecho y una verdad captada. Asciende de un fuego a otro, y por realizaciones graduales del Fuego Interno llega al fuego del universo. Se puede decir que lo único que el místico emplea es una escala de fuego o una cruz de fuego, por medio de la cual eleva su conciencia al punto deseado. Se concentra sobre abstracciones y atributos más que sobre aspectos, y en la vida más que en lo concreto. El místico aspira, arde, armoniza, ama y trabaja por medio de la devoción. Medita tratando de eliminar la mente concreta en su totalidad y aspira a pasar del plano de la emoción al de la intuición. Adolece de los defectos de su tipo -soñador, visionario, falto de sentido práctico, emotivo, y carece de la cualidad mental llamada discernimiento. Es intuitivo, propenso a ser mártir y a autosacrificarse. Antes de poder alcanzar y pasar la iniciación debe realizar tres cosas:

Primero, a través de la meditación, someter su naturaleza a una disciplina, aprender a construir formas y a conocer su valor.

Segundo, llegar a conocer el valor de lo concreto y aprender bien el lugar que, en el esquema de las cosas, ocupan las diversas envolturas, mediante las cuales la vida que él tanto ama ha de manifestarse. Tiene que trabajar en la construcción de su cuerpo mental y convertirlo en un depósito de hechos, antes de que pueda seguir adelante.

Tercero, aprender, por medio del inteligente estudio del microcosmos -su pequeño sistema espíritu-materia-, el doble valor del macrocosmos.

En vez de conocer únicamente el Juego que consume ha de comprender y trabajar por medio del fuego que construye, fusiona y desarrolla la forma. Por medio de la meditación ha de aprender el triple empleo del Fuego. Esta última frase es de gran importancia y hago hincapié sobre ella.

LA FÓRMULA OCULTISTA.

Hemos estudiado, hace dos días, el método por el cual el místico alcanza la unión y también delineado muy brevemente el camino por el cual intenta alcanzar la nieta. Hoy trazaré sucintamente la ruta que sigue el ocultista y su tipo de meditación en contraposición con la del místico, y después señalaré cómo ambos deben mezclarse y sus elementos individuales fusionarse en uno solo.

La fórmula constituye para el ocultista la línea de menor resistencia, e incidentalmente podría intercalar aquí un pensamiento. Admitido el hecho, podemos esperar hoy, por lo tanto, con toda certeza, un rápido desenvolvimiento del conocimiento oculto y la aparición de algunos ocultistas verdaderos. El advenimiento del séptimo rayo o Rayo de la Fórmula o Ritual, facilitará poderosamente el descubrimiento del sendero oculto y la asimilación del conocimiento oculto. El ocultista se ocupa en primer lugar de la forma por medio de la cual la Deidad se manifiesta, más que de la Deidad misma; en esto reside la diferencia fundamental que a primera vista se evidencia entre los dos tipos. El místico elimina o trata de trascender la mente en el proceso de encontrar al Yo. El ocultista, mediante el interés inteligente puesto en las formas, que velan al Yo, y el empleo del principio mente, en sus dos niveles, llega al mismo punto. Reconoce las envolturas que velan. Se dedica al estudio de las leyes que rigen el sistema solar manifestado. Se concentra en lo objetivo pero, en los primeros años, puede a veces pasar por alto el valor de lo subjetivo. Llega eventualmente a la vida central eliminando, mediante el conocimiento y el control consciente, una envoltura tras otra. Medita sobre la forma hasta que la pierde de vista y su creador llega a ser todo en el todo.

Igual que el místico, debe realizar tres cosas:

1. Aprender la ley y aplicarla a sí mismo. Su método es la rígida autodisciplina, lo cual es necesario, porque los peligros que amenazan al ocultista no son los del místico. Vanidad, egoísmo y manipulación de la ley, por curiosidad o deseo de poder, han de ser consumidos por el fuego antes de que se le puedan confiar, sin peligro, los secretos del Sendero.

2. En la meditación, por medio de la forma construida, debe concentrarse en la vida que en ella mora. Tiene que buscar el ardiente fuego interno que irradia en todas las formas que cobijan la vida divina.

3. Mediante el estudio científico del macrocosmos, "el reino de Dios externo", debe llegar al punto en que localiza ese mismo reino dentro de sí mismo.


He aquí, por lo tanto, el punto de fusión del místico y del ocultista. Sus senderos se convierten en uno. Anteriormente me referí en esta carta, a lo interesante que es para el clarividente observar las diferentes formas construidas en la meditación por el místico y el ocultista. Mencionaré algunas diferencias, pero hasta que no posean dicha visión, lo que diga al respecto serán meras palabras.


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