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domingo, 7 de febrero de 2016

EL ESTUDIO DEL SIMBOLISMO (Por Alice A. Bailey) Publicado en The Beacon, edición de abril de 1939

EL ESTUDIO DEL SIMBOLISMO  (Por Alice A. Bailey)
Publicado en The Beacon, edición de abril de 1939



Un símbolo puede definirse como el signo externo y visible de una potencia interior y espiritual. Es, literalmente, una exteriorización de fuerzas o energías, la forma objetiva que una idea, existente en la Mente Universal, ha construido para sí misma. A través de esta forma pueden expresarse la cualidad y el propósito de la idea latente y por medio de la forma simbólica, aquellos que han desarrollado la percepción intuitiva pueden interpretar los planes y proyectos de esa gran Vida en la cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.

Los símbolos se dividen en tres grupos principales, aunque por supuesto, hay muchas menores y posibles diferenciaciones. Estos son:

1. Todas las formas objetivas se encuentran en los cuatro reinos de la naturaleza. Todas ellas son, sin excepción, los medios exteriores y materiales para la expresión de las múltiples energías y potencias que, en conjunto, forman el cuerpo de manifestación del Agente creador del mundo. En relación con esta primera categoría de formas y símbolos, la ciencia está interesada y aprendiendo mucho de la mecánica y de la naturaleza del mundo material. Cuando el concepto de una Deidad antropomórfica dé lugar a la de un Dios inmanente en Su Creación, tendrá lugar una comprensión amplia y general del simbolismo que sustituirá a la actual ignorancia. Entonces todas nuestras líneas de investigación actuales, todo nuestro trabajo científico y de laboratorio, así como todas las diversas ramas de la educación formarán parte de la importante Ciencia del Simbolismo.

2. Símbolos básicos y reconocidos que son universalmente conocidos. Ejemplos de estos son la Cruz, el Triángulo, la Esvástica y la Rosa. A lo largo de los siglos, la humanidad ha construido símbolos para expresar y representar los procesos y eventos cósmicos y para describir el método y la naturaleza del alma humana y su evolución. Estas formas simples, cuando se interpretan correctamente, demuestran ser compendios y signos breves que mantienen ocultas las verdades que la vasta literatura de todas las religiones del mundo se ocupa de interpretar. Esta facultad creadora está en el hombre, lo que le lleva de esta manera a geometrizar, es la garantía de su relación con Dios y una demostración de su naturaleza divina latente.

En la primera clase de símbolos tenemos al Creador geometrizando, produciendo el mundo natural, un mundo que muestra las fuerzas y potencias subjetivas. En la segunda clase (que también puede incluir los ritos y ceremonias de todas las religiones y de la masonería), tenemos el intento del hombre para construir un mundo de formas que le manifestará las verdades fundamentales sobre las que está fundado el universo.

3. Por último, están los símbolos que se pueden descubrir por aquellos que tienen suficiente visión mental y concentración, los cuales se encuentran en la naturaleza de los símbolos arquetípicos. Solamente se hallan en el reino de la mente y son las formas primarias, creadas por aquellos que trabajan como almas y en forma totalmente subjetiva. Este aspecto de la simbología es relativamente nuevo para el público general. La razón de esto es que sólo aquellos que tienen un cierto grado de contacto con el alma, o que están empezando a tomar conciencia de su naturaleza subjetiva y espiritual, pueden descubrirlos. Sólo los que están aprendiendo que son almas funcionando por medio de una forma externa y simbólica, pueden entrar en contacto con estos símbolos y llevarlos a la manifestación para que los demás puedan llegar a ser conscientes de su existencia.

A medida que la raza avanza hacia una creciente espiritualidad, podemos esperar el correspondiente aumento en el reconocimiento de estas formas subjetivas. Poco se conoce hasta el momento su verdadero significado, y gran parte del trabajo interpretativo debe permanecer por algún tiempo especulativo, pero ciertas sugerencias en cuanto a su significado pueden ser correctas.

1. Son las formas que, en el vasto reino de la actividad mental, encarnan las enseñanzas de la Nueva Era, además de las verdades del pasado. Es significativo que mientras el mundo está transitando hacia un nuevo signo astronómico y una nueva raza está surgiendo en América del Norte, Nueva Zelanda y Australia, esté despertando el interés activo en el simbolismo. En los dos últimos siglos se ha visto el rápido desarrollo de la mente en toda la humanidad y esto ha provocado necesariamente un contacto más general con estas formas arquetípicas, que sólo se encuentra en los niveles mentales.

2. Son las formas, en algunos casos, de los seres, de los ángeles, de las fuerzas, los principados y potestades, o una expresión auténtica de esas formas que cualquier intérprete particular es capaz de traer a la conciencia física.

3. Son las formas a través de las cuales trabajan las potencias y fuerzas de las siete corrientes principales de energía divina, las emanaciones y rayos, antes de la inauguración de una nueva raza y de una naturaleza nueva. Razas, civilizaciones, continentes, cada uno con sus diferentes características físicas, han venido y se han ido y todos ellos han surgido, según dice la Sabiduría Eterna, de la Mente Universal a la existencia objetiva. Pasan del reino de la mente al del deseo, y de allí a la actividad física. Los pensamientos son cosas. Las ideas toman forma, pues, como dice Plutarco (De Placit Philos), "Una idea es un Ser incorpóreo, que no tiene subsistencia por sí mismo, pero da figura y forma a la materia sin forma y se convierte en la causa de la manifestación". Muchos de estos símbolos son las formas mentales que se encuentran detrás de las formas físicas externas.

Siempre se han visto en la naturaleza símbolos físicos de las potencias interiores. Pero sólo en esta quinta subraza de la raza Aria, en la que la mente ha adquirido importancia y la triple personalidad del hombre (mental, emocional y físico) ha sido coordinada, ha sido posible ponerse en contacto con estas formas mentales y las formas simiente que finalmente florecerán en el mundo físico de la raza, la civilización y el continente venideros.

4. También existen aquellas formas simbólicas por medio de las cuales los Hermanos Mayores de la raza, los Maestros e Iniciados, enseñan a Sus discípulos los hechos de los procesos creativos, las leyes que rigen el desarrollo evolutivo del Alma del Mundo y del alma individual, y mantienen en secreto esos misterios (contenidos en el Plan divino), que deben permanecer ocultos a los que hasta ahora sólo están influidos por su naturaleza emocional o de deseos, y a los que por lo tanto no se les puede confiar el conocimiento que estos símbolos. Por lo tanto, muchos símbolos son los custodios de nueva y, con frecuencia, peligrosa información. Contienen, para los que tienen la clave, las fórmulas por medio de las cuales pueden ser contactadas yutilizadas las energías y utilizado el mundo de las fuerzas para la perfección del plan divino. Son el medio por el cual los Maestros pueden enseñar a aquellos que están listos para tal conocimiento y al mismo tiempo salvaguardar las verdades de la revelación del desenvolvimiento del mundo, de aquellos que utilizan el conocimiento para fines egoístas y materiales.

Por lo tanto, no se puede sobre enfatizar la importancia de un estudio de la simbología, pero se debe llevar adelante un estudio de la misma a lo largo de líneas sensatas y precedido de la debida preparación. El estudiante de simbología debe poseer una percepción mental aguda y estar libre de prejuicios y teorías; debería tener también el entrenamiento de carácter general que encuentra su consumación en las palabras de Cristo Mismo, "Los puros de corazón verán a Dios". Pureza de la vida y de la motivación, una naturaleza emocional controlada, servicio desinteresado y el cuidadoso entrenamiento del intelecto son los principales requisitos previos para esta nueva ciencia de la simbología. A esto hay que añadir finalmente el desarrollo de la intuición y de la percepción espiritual de modo que se pueda captar el significado del símbolo y pueda ser aprehendido el propósito para su existencia.

Por lo tanto, el estudio del simbolismo es una forma de meditación y aquí pueden aplicarse fructíferamente las normas que rigen la meditación exitosa. En uno de los más antiguos tratados de meditación del mundo (Los Yoga Sutras de Patanjali) se destacan cuatro etapas.

En primer lugar, dice Patanjali, debe haber una consideración de la forma. Esto implica un reconocimiento de la línea y del diseño y de la estructura total del símbolo. Su figura y forma, con las formas de los componentes auxiliares, son captados por el ojo. Esta es la primera etapa y la menos importante, y para el estudiante con experiencia no tiene más importancia que la que pueda tener la forma y el número de palabras y párrafos de un libro que es objeto de estudio. Sin embargo, cuando se ha reflexionado sobre la forma, comienza a surgir la realización de que ésta no es más que un símbolo de una realidad interior.

En segundo lugar, debe haber un reconocimiento de la cualidad o naturaleza de la forma. ¿Cuál es la energía subjetiva que expresa? ¿Cuál es la cualidad de la fuerza que parece fluir a través de ella? ¿Cuál es la emoción que el símbolo despierta en el estudiante? Aquí es de valor citar las palabras de este antiguo maestro, cuando dice: "Estas formas son conocidas o no, de acuerdo a las cualidades latentes en la conciencia perceptiva. La incapacidad para interpretar o comprender algún significado en el símbolo indica carencia y deficiencia en el estudiante. Cada ser humano es una potencia espiritual o alma que se expresa a través de una forma que constituye un símbolo de su etapa de desarrollo y del poder de manifestación. Esta alma posee un medio de expresión en el plano de la mente y luego pasa al plano de la emoción o deseo por el que se expresa su peculiar cualidad. A este respecto es interesante señalar que, en términos generales, podemos juzgarnos por la cualidad que emana de nosotros y no por nuestra apariencia física. La gente nos gusta o no debido a su carácter cualitativo. Esta idea es la que surge al estudiar un símbolo y es aquí donde el color juega su parte.

El tercer requisito es aún más subjetivo, y es en este aspecto que los símbolos se utilizan principalmente en la formación de los discípulos. De un estudio de la forma y la consideración de la cualidad, se llega seguidamente al propósito, al motivo y a la idea que el símbolo ha mantenido oculto. A medida que el estudiante se concentra en la importancia de la idea, llega a ser consciente de ese mundo arquetípico que es el patrón de todas las cosas manifestadas, y que él, como discípulo, tiene que entender si quiere cooperar inteligentemente con el Plan. Llega a un conocimiento de esa parte del plan que es el factor motivador en la forma del símbolo. Así, a través de la parte se puede entrar en contacto con el Todo y producirse una expansión de la conciencia.

La etapa final se ha llamado la de la identificación. Uno llega a ser uno con el símbolo; comparte su cualidad, participa de su propósito y a través de estas etapas llega a ser una unidad con el Creador de todas las formas. Esta es una etapa difícil de definir, solamente puede ser comprendida por el hombre que ha apreciado el hecho de que él mismo es un símbolo que expresa una cualidad, y está animado por un propósito que está en conformidad con la Deidad misma. Se convierte en un alma consciente, una parte corporativa del Alma del mundo y se encuentra unido con el alma que anima todas las formas y símbolos.


Si estas ideas se meditan y se aplican al estudio de los símbolos, el estudiante gradualmente entrará en posesión y uso de un mecanismo subjetivo interno de interpretación que denominamos con los insatisfactorios términos de "intuición" o "percepción espiritual". Los símbolos tienen el propósito de desarrollar este mecanismo en el estudiante y su uso abrirá para él un nuevo mundo de fuerzas, otra dimensión y le revelará las maravillas de ese quinto reino de la naturaleza que llamamos el reino de Dios, o el Reino de los Cielos.

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